EL AGUA-LEY LIMPIA POR FUERA. EL VINO-AMOR VIVIFICA DESDE DENTRO
(Boda de Caná) (Jn 2,1-12)
Celebramos hoy la tercera manifestación de Jesús que, junto a las otras dos durante siglos, se celebraban el día de Epifanía. El evangelio que hemos leído, entendido literalmente, no tiene ni pies ni cabeza. Es absurdo que Jesús saque de la chistera un regalo para los novios. No, como todos los “milagros” narrados por este evangelista se trata de un signo que nos lleva a realidades profundas y decisivas para nuestra verdadera trasformación interior.
Es impensable que el mayordomo no hubiera previsto el vino suficiente, cuando era su principal cometido. Es difícil de entender que fuera una invitada la que se diera cuenta y se preocupara por solucionar el problema. Tampoco es lógico que sea Jesús el que solucione el problema. No es normal que en una casa particular hubiera seis tinajas de cien litros, dedicadas a las purificaciones. No tiene sentido que el maestresalas increpe al novio por haber dado el vino malo al principio. Era él quien ordenaba qué vino se servía.
El relato no es una crónica de lo sucedido. Es fruto de una minuciosa y larga elaboración. No nos dice ni quiénes eran los novios ni qué relación tienen con Jesús. Lo que normalmente llamamos “el milagro” pasa casi desapercibido. Ni siquiera nos dice cuándo se convierte el agua en vino. Sería imposible separar lo que pudo suceder realmente de los símbolos que envuelven el relato. Pero lo que hoy nos cuenta Juan es teología. La clave para entenderlo es el trasfondo, la “hora” de la glorificación de Jesús en la cruz.
Artículo completo: Domingo 2º del Tiempo Ordinario – ciclo ‘C’ – por Fray Marcos