El mensaje de Jesús obliga a un replanteamiento total de la vida; quien escucha el Evangelio intuye que se le invita a comprender, de manera radicalmente nueva, el sentido último de todo y la orientación decisiva de su conducta.
Es difícil permanecer indiferente ante la palabra de Jesús, al menos si uno sigue creyendo en la posibilidad de ser más humano cada día. Es difícil no sentir inquietud y hasta cierto malestar al escuchar palabras como las que hoy nos recuerda el texto evangélico: «No podéis servir a Dios y al Dinero».
Es imposible ser fiel a un Dios que es Padre de todos y vivir al mismo tiempo esclavo del dinero y del propio interés. Solo hay una manera de vivir como «hijo» de Dios, y es vivir como «hermano» de los demás. El que vive solo al servicio de sus dineros e intereses no puede ocuparse de sus hermanos, y no puede, por tanto, ser hijo fiel de Dios.
El que toma en serio a Jesús sabe que no puede organizar su vida desde el proyecto egoísta de poseer siempre más y más. A quien vive dominado por el interés económico, aunque viva una vida piadosa y recta, le falta algo esencial para ser cristiano: romper la servidumbre del «poseer» que le quita libertad para escuchar y responder mejor a las necesidades de los pobres.
Texto completo: Domingo 25 del Tiempo Ordinario – ciclo ‘C’ – (en castellano) por José Antonio Pagola