Por Teresa García Gómez el 06/03/2020 19:19
Escribo este texto en víspera del 8 de marzo, una fecha importante para todas las mujeres pero sobre todo, para las mujeres trabajadoras, ya que en el trabajo se debe respetar a la persona en todas sus dimensiones. El trabajo es “la ‘clave esencial’ de toda la organización social, condiciona el desarrollo no solo económico, sino también cultural y moral, de las personas, de la familia, de la sociedad y de todo el género humano”. Esto es lo que nos dijo Juan Pablo II en ‘Laborem exercens’ 3.
Sin embargo, hoy el trabajo no respeta a la persona y su dignidad, relegándola al beneficio económico, y generando pobreza, precariedad y desigualdad. Un sistema económico en el que prima el crecimiento del capital y el beneficio sobre cualquier otro criterio, sin que tenga en cuenta la dignidad de las personas, el bienestar de mujeres y hombres, de las familias, los pueblos o la madre tierra.
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