20 diciembre 2021 21:11 CET
Desarrollo sostenible, transición justa, trabajo decente, ecologización de la economía son conceptos de actualidad. La cuestión es definirlos e intentar transmitir en qué se concretan.
Cuando hablamos de desarrollo sostenible partimos del concepto expuesto en el informe Brundtland (1986), que lo define como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades”.
El desarrollo sostenible es la base de la Agenda 2030, aprobada por la Asamblea General de la ONU en 2015, que tiene entre sus objetivos:
“La erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, la lucha contra la desigualdad dentro de los países y entre ellos, la preservación del planeta, la creación de un crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, y el fomento de la inclusión social (que) están vinculados entre sí y son interdependientes”.
El desarrollo sostenible cubre, pues, tres dimensiones: la económica, la social y la medioambiental, con un carácter integrador e indivisible.
Para alcanzarlo se establecieron 17 objetivos (ODS) y 169 metas de alcance mundial y aplicación universal. Su consecución requiere de la participación de los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil, el sistema de las Naciones Unidas y otras instancias. Queda patente, pues, otra característica de la Agenda 2030: el multilateralismo necesario para su implementación.