La autora, geógrafa del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, contextualiza los factores geopolíticos y geoestratégicos alrededor de la invasión del país eslavo.
Con la disolución en 1991 de la Unión Soviética, se fragmentó el imperio decimonónico de los zares rusos, incluso se perdió la provincia de la “nueva Rusia” que rodeaba la orilla septentrional del mar Negro. Ucrania, que se había quedado con Crimea en 1954, pasó a ser un Estado independiente, siguiendo el ejemplo de los países bálticos.
En Ucrania, existen dos tipos de tensiones: una, referente a la cuestión básica del destino e identidad del país, situado entre Oriente y Occidente, y la otra, específicamente referida a Crimea y a la flota del mar Negro.
La parte occidental de Ucrania ha sido el núcleo de la idea nacionalista ucraniana durante varios siglos, y se habla mayoritariamente ucraniano, mientras que la parte oriental tiene una numerosa población rusa y se habla mayoritariamente en ruso.
La península de Crimea representa el centro de los intereses estratégicos de Rusia, que aseguró su influencia sobre el Cáucaso y el este de Europa a través de la flota del mar Negro y la base militar de Sebastopol (Crimea). Se puede afirmar que el momento cumbre hasta la actualidad en la evolución geopolítica del siglo XXI de la Europa del Este es la anexión de Crimea por parte de Rusia.