El cristianismo es la religión con más seguidores del mundo. Una de cada tres personas profesa la fe de la cruz, que se extiende por prácticamente todos los continentes y decenas de países, donde ha penetrado en casi todos los ámbitos de la vida política, social y económica. Sin embargo, no se trata de una confesión homogénea y estática, sino más bien una amalgama de credos, ramas e iglesias construidas durante siglos.
En la actualidad, el cristianismo se divide en numerosas confesiones —catolicismo, protestantismo, Iglesia ortodoxa, etc.— que cuentan con su propios centros de poder y zonas de influencia: de El Vaticano a Estambul, pasando por Moscú, Jerusalén, Canterbury o incluso Salt Lake City.
Una historia de divisiones
Tras su fundación y en su etapa más primitiva, el cristianismo se extendió rápidamente durante cuatro siglos hasta convertirse en la religión exclusiva del Imperio romano en el año 380, tras un decreto del emperador Teodosio. Poco después, sin embargo, se produjeron dos escisiones que marcarían el camino de la ramificación cristiana.