Más o menos vine a decir que las cabalgatas de los Reyes Magos son una representación y por lo tanto hay “libertad” en el hecho de que alguien “vaya de blanco, de negro o sea mujer”. Y añadí a propósito de la raza y la identidad que “no estaría de más que algunas personas blancas por un día fueran negras”, asumiendo la tradición de la negritud del rey Baltasar. “Lo ideal sería que fuera una persona de raza negra” quien hiciera de rey mago. No obstante, insistía en comentar que “no estaría de más que una persona de raza blanca se pintara de negro para saber lo que significa ir con una piel negra en nuestro contexto social”, al menos por unas horas. Y luego actuara de esa manera, fuera de los oropeles de las cabalgatas, y caminara por nuestras calles y estaciones de metro “caracterizado de negro”. Supongo que si suplantar la identidad de Baltasar se hace en el contexto de alguna noticia de barbarie terrorista, más de una vez se vería obligado a ser identificado. Y sugería para terminar lo que los obispos decían ese año: la importancia “de ponerse en la situación que los emigrantes padecen”, ya que esta es “una respuesta fundamentalmente cristiana y muy digna”, ponerse en el lugar del otro.
De esto trata hoy mi post. De identidades. Personales y sociales.
Amin Maalouf, en su libro ‘Identidades asesinas’, comienza hablándonos del significado de la palabra identidad: “Identidad es lo que hace que yo no sea idéntico a ninguna otra persona”. Nos habla de las diferencias que existen entre las personas en términos de religión, lenguas, creencias, cultura y costumbres, y lo enriquecedor de estas y lo peligroso que puede ser cuando tras ellas amenaza la sombra del fanatismo.