| Andrés Torres Queiruga
Karl Jaspers habló con hondura de las «situaciones límite». Definen lo más específico del ser humano y no podemos cambiarlas, sino solo esforzarnos por gestionarlas de la mejor manera posible. Nacer, ser nacidos, es una. La muerte es otra, la última; en algunos aspectos la más delicada. Desde que hay humanidad ha estado rodeada de un profundo respeto, por veneración, miedo o esperanza. Hoy, el miedo la convierte en tabú para muchos. La eutanasia la trae, por vía indirecta, a la publicidad, exponiéndola a ser utilizada con fines espurios, pervirtiendo su significado.
Usarla para cualquier otro propósito que no sea aquel al que apunta su etimología (ayudar a «morir bien»), sería una indignidad humana, hágase por ortodoxia religiosa o por programa de partido. Como sería miseria intelectual resolverla a base de tópicos: izquierda contra derecha o laicismo contra iglesia. Hace mucho tiempo que estas tentaciones contaminan el medio ambiente. Digno e inteligente solo puede ser buscar entre todos lo que podamos considerar mejor para ayudar a las personas en esa difícil situación.
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