De cara al público, apenas queda rastro del yugo colonial. O del paternalismo condescendiente que se exhibía sin pudor hace años. Incluso pierde tirón la imagen del sabio que enseña a pescar en lugar de dar peces. Los proyectos de desarrollo en el África subsahariana viven tiempos de aparente simetría. Se estila la horizontalidad, el intercambio de saberes y destrezas, la colaboración en igualdad con socios locales, con gente de allí.
Pero esta supuesta armonía cooperativa, esos flujos recíprocos de tú a tú, suelen camuflar una sólida estructura de poder. Arraigadas jerarquías en las que el occidental se sitúa —a veces con carácter formal, aunque con frecuencia implícitamente— por encima del africano. En la adjudicación y puesta en marcha de los proyectos, sobrevuelan “mentalidades subyacentes”, explica Taskeen Adam, investigadora de la Universidad de Cambridge y associate manager de la empresa social Open Development & Education.