YAOUNDE – El cambio climático hizo de 2023 el año más cálido jamás registrado. A medida que aumenta la urgencia de abordar esta crisis mundial, la eliminación gradual del uso de combustibles fósiles es un paso necesario que deben dar todas las naciones. Esto se debe a que los combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas- son los principales responsables de la crisis climática, con más de 75 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y casi 90 % de todas las emisiones de dióxido de carbono.
Los combustibles fósiles pueden estar relacionados con graves daños a los derechos humanos. Según la Agencia Internacional de la Energía, no puede haber nuevos proyectos de combustibles fósiles si los países quieren cumplir los objetivos climáticos existentes y evitar las peores consecuencias para las comunidades de primera línea. No abordar estas cuestiones puede crear una crisis de derechos humanos de una magnitud sin precedentes.
Otro imperativo ético para abandonar progresivamente los combustibles fósiles es nuestra responsabilidad con las comunidades que sufren pérdidas y daños. Los proyectos y las infraestructuras de combustibles fósiles suelen exponer a las comunidades de primera línea a sustancias tóxicas, degradación medioambiental y mayor vulnerabilidad a los desastres climáticos.
La extracción y producción de combustibles fósiles a menudo viola los derechos de los pueblos indígenas, las comunidades locales y los defensores del medio ambiente, que se enfrentan al acaparamiento de tierras, el desplazamiento, la violencia, la intimidación y la criminalización. Esto debe cambiar.
Si nos fijamos en el continente africano, el actual aumento de la inversión en combustibles fósiles incrementará las emisiones de carbono de África y elevará la cuota africana en el cambio climático mundial.
En 2021, África aportó 3,9 % (1450 millones de toneladas de CO2 equivalente) de las emisiones mundiales de dióxido de carbono procedentes de los combustibles fósiles y la industria. Seguir con esta política energética sería muy suicida para su futuro ante las consecuencias del cambio climático.
La producción de combustibles fósiles también tiene un impacto económico, especialmente en África. Las subvenciones y las inversiones en combustibles fósiles desvían recursos para atender las necesidades y los derechos de las personas que viven en la pobreza.
Es bien sabido que África es el continente que menos ha contribuido al cambio climático, pero el que más sufre sus consecuencias. Dado que los países ricos han sido históricamente los que más gases de efecto invernadero han emitido, el objetivo de la transición a fuentes de energía renovables es un acto de responsabilidad y justicia, que proporciona apoyo a los más necesitados.
La extracción de combustibles fósiles conduce a la deforestación, la destrucción de hábitats y la contaminación del agua, que han contribuido a 1,2 millones de muertes en 2020, provocando la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas.
En la República Democrática del Congo, por ejemplo, si se destruyen las turberas por la construcción de carreteras, oleoductos y otras infraestructuras necesarias para extraer el petróleo, podrían liberarse hasta 6000 millones de toneladas de CO2, lo que equivale a 14 años de las emisiones actuales de gases de efecto invernadero del Reino Unido.