Juan, el evangelista, con su relato del milagro del ciego de nacimiento, quiere ser ilustrador y clarificador hasta el extremo: abrir los ojos a Dios, dejarse iluminar por Jesús que nos sale al paso, recobrar gracias a Él nuestra vida y nuestra persona que se nos iba escapando a causa de nuestra ceguera, lejos de aportarnos tranquilidad y seguridad, no nos crea sino complicaciones y dificultades. Y, así mirado, desde el mismo relato dan ganas de decir: “vale la pena seguir ciego…”, “prefiero las tinieblas…”
(…)
Sabiendo que Jesús ha pasado por nuestra vida para curar nuestra ceguera, y sabiendo lo que reconocerlo significa, hemos de decidir día a día si queremos correr el riesgo de caminar como hijos de la luz (como nos propone san Pablo); o seguimos, como tantos entendidos, prefiriendo las tinieblas…