Jonathan Beloff, King’s College de Londres / 3 abril 2024 12:59 CEST
Los jóvenes tienen pocos deseos de sacar a relucir las divisiones de sus padres, pero los ruandeses mayores siguen temerosos de un resurgimiento de las tensiones.
Han pasado 30 años desde que un genocidio arrasó la sociedad ruandesa y dejó hasta un millón de tutsis y hutus no extremistas muertos.
Cada año, a principios de abril, el país entra en un período de conmemoración de 100 días durante el cual se pide a los ruandeses que recuerden y reflexionen sobre las divisiones históricas entre los principales grupos étnicos del país: tutsi, hutu y twa. Esto se hace bajo el lema Ndi Umunyarwanda, que se traduce libremente como “Soy ruandés”.
Esta ideología unificada post-genocidio sigue la interpretación de la historia del país que hace el gobernante Frente Patriótico Ruandés. Considera a los tutsi, hutu y twa como una forma de división socioeconómica en lugar de estar arraigada en diferencias étnicas.
Algunos estudiosos occidentales, como Filip Reyntjens, Alison Des Forges y Catharine Newbury, descartan esta interpretación de la historia. Sostienen que la etnicidad siempre fue un aspecto importante de la sociedad ruandesa y no una construcción colonial.
En mi opinión, basándose en 16 años de investigación sobre Ruanda y sus políticas públicas posteriores al genocidio, pasan por alto un aspecto esencial de por qué existe Ndi Umunyarwanda. Fue diseñado como un mecanismo para que el país supere sus divisiones pasadas y evite que se repita el genocidio.
Durante un trabajo de campo reciente en Ruanda (de diciembre de 2022 a marzo de 2023 y de agosto a septiembre de 2023), presté especial atención a si Ndi Umunyarwanda se había arraigado en la nueva generación de residentes de Kigali. Asistí a múltiples reuniones sociales con la creciente clase media de ruandeses de Kigali de entre 24 y 35 años.