La vicepresidenta Francia Márquez viaja al África en visita diplomática desde el 10 de mayo. Un acercamiento sin muchos antecedentes históricos ante un continente considerado por décadas como un territorio perdido entre la selva y la catástrofe, y alejado de todos los intereses económicos y políticos por el racismo histórico y estructural de Occidente, que solo ha demostrado interés mientras las posibilidades del saqueo o el aprovechamiento étnico ha aparecido sobre la mesa.
La postura política del poder antecesor en Colombia frente a África ha sido siempre cosmética. Los discursos retóricos de la pomposidad la han nombrado desde antes por las nociones lejanas del origen de la humanidad, por las obligaciones humanitarias, o por los intereses conocidos entre poetas perdidos en la política nacional, sin intentos de acercamientos mínimos a las proyecciones geopolíticas de un continente que ha superado 30 conflictos armados internos en la última década, y ha concretado proyectos políticos macros de representación. Por ejemplo, la Unión Africana: conformada por 55 Estados, consolidando la superación de los estigmas de la colonización y el desplazamiento masivo por los conflictos armados.
África se dirige progresivamente hacia nuevos tiempos de liderazgo mundial donde las discusiones finales de la intromisión violenta de las grandes potencias en territorios vulnerables serán comprendidas como indicios esenciales de la inequidad y los desbarajustes sociales que siguen usando los políticos del mundo en sus discursos de posesión, sin entender muy bien las prácticas originarias. El viaje de Francia Márquez al continente que ahora reaparece ante los escenarios políticos no es un traslado caprichoso. Tiene, además, la coherencia discursiva con una posición política que se hizo elegir para actuar frente a lo que ha sido sistemáticamente invisibilizado, y frente a instancias mundiales que exigen acuerdos humanitarios urgentes, ya más lejos de los focos antiguos de un centralismo que ha normalizado la marginación como una acción sin dimensiones mayores por inquina, por interés o por desidia.