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SER MISIONERO HOY

Última modificación el martes 28 de febrero de 2023 09:22
P. Bernardo Baldeón

Durante unos tres años, Jesús preparó a sus apóstoles para la misión y les envió a predicar. Después de su resurrección y antes de su ascensión, el Señor Resucitado les encargó la gran misión: Id y haced discípulos de todos los pueblos, predicad el Evangelio a toda la creación. El buen Dios quiere que todos se salven, y Jesucristo murió por toda la humanidad.

La vida cristiana es una vida en misión. La Iglesia es misionera por su misma naturaleza: la gracia y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda es evangelizar.  Su misión es la evangelización, la proclamación del Evangelio, la salvación integra, es decir, la liberación de todo aquello que oprime al hombre.

Antes los misioneros eran enviados a proclamar a Jesús allí donde era desconocido, y donde la iglesia no estaba suficientemente implantada. Hoy la misión no es solamente la proclamación, sino también el diálogo plural, el compromiso por la justicia, la paz y la solidaridad con los pobres e indefensos.

La vocación misionera implica un gran compromiso por la evangelización, que conlleva una dedicación total de la persona y la vida del misionero, que exige una entrega sin límites ni tiempo. El misionero nunca es -no debe ser- un entrometido, sino más bien un hermano o hermana universal, hombre o mujer de la caridad, persona de las Bienaventuranzas, santo y contemplativo en acción. El Señor ha dado a misioneros y misioneras una vocación única que implica un compromiso radical por la misión y por la gente.

La predicación oral y el testimonio vital no deben separarse nunca. Jesús no nos salvó por su predicación de la Buena Nueva sino por su pasión, muerte y resurrección: a través de las obras salvadoras, que son expresión suprema de su amor incondicional a la humanidad. Jesús es el testigo de Dios por excelencia y el modelo a seguir para todos los cristianos.

Sin duda alguna, evangelizar es en primer lugar dar testimonio. El testimonio de la vida cristiana es la primera e irreemplazable forma de misión y vivir el Evangelio es la contribución más importante que podemos hacer al hombre de nuestro tiempo

En algunos lugares del mundo los cristianos no pueden hoy proclamar el Evangelio con la palabra. Su predicación es un testimonio callado: la atractiva voz del silencio sonoro de la caridad, el servicio y la oración. Un cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar y cuándo es tiempo de no decir palabra y dejar que hable solamente el amor.

Además, a los discípulos de Jesús, esto es, a los misioneros, la Iglesia les pide como Jesús que acepten con fortaleza los sufrimientos y las persecuciones que ordinariamente acompañan a su misión evangelizadora

A los misioneros, colaboradores del buen Dios y siervos de Jesús, su vocación les pide, de modo especial hoy, que sean testigos y ministros de la esperanza. El Vaticano II nos ha regalado un gran texto para meditar: “El futuro de la humanidad está en las manos de aquellas personas que son suficientemente fuertes para proporcionar a las nuevas generaciones razones para vivir y esperar”.

 


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Jonas Wendbe YAMBA