| Francisca Abad Martín
Todos conocemos ya, sobradamente, el bellísimo relato que nos ofrece S. Lucas en su Evangelio. ¿Quién se lo pudo contar? Quizás lo supo directamente de labios de María, o a través de algún otro cronista que lo escuchara de Ella. Creo que lo importante ahora es hacer algunas reflexiones sobre un momento tan trascendente para nuestra vida como cristianos.
Resulta sobrecogedor el pensar cómo a una sencilla muchacha de aldea, de apenas unos 15 años, prudente y recatada, como sería María, tuviera que vivir una escena así; le tuvo que llenar de asombro, sorpresa y turbación, yo diría que incluso hasta miedo, la aparición inesperada de ese ser sobrenatural, portador de aquel mensaje tan impresionante.
Es cierto que a todas las jovencitas de Israel se les pasaría alguna vez por la mente la idea de que pudieran ser ellas las elegidas para Madre del Mesías, pero aun así, a esa edad no se está preparado para esas sorpresas, por mucho que lo hayas deseado vivamente. Seguro que María no se consideraba digna de tal honor.
Uno queda abismado y estupefacto por la infinita humildad, por la enorme sencillez y naturalidad, con la que esta adolescente, casi una niña, asume el gran Misterio de la Encarnación. ¡Qué entereza, qué madurez espiritual revelan sus actitudes, sus dudas y sus palabras, llenas de acatamiento y sumisión a la voluntad de Dios!
Para seguir leyendo: https://www.religiondigital.org/un_santo_para_cada_dia/Anunciacion-Maria_7_2325737418.html