13 diciembre 2020 10:43 CET
En su célebre Fábula de las abejas, Bernard Mandeville nos habla sobre la relación entre virtudes públicas y vicios privados. Aunque parezca paradójico, estos últimos constituirían el motor que dinamiza las primeras generando prosperidad pública. “Fraude, lujo y orgullo deben vivir”, leemos en la moraleja del relato, “mientras disfrutemos de sus beneficios”. Esta sería la clave: generar beneficios para todos. ¿Pero qué ocurre cuándo no es así?
Al imponerse la honradez más estricta, el industrioso panal pierde primero su actividad y luego a sus moradores hasta quedar abandonado.
El amor exclusivo al bien se apoderó de los corazones, de donde se siguió muy pronto la ruina de toda la colmena. Como se eliminaron los excesos, desaparecieron las enfermedades y no se necesitaron más médicos. Como se acabaron las disputas, no hubo más procesos y, de esta forma, no se necesitaron ya abogados ni jueces.