3er domingo de Adviento A — 15 diciembre 2019
Isaías 35,1-6a.10 — Santiago 5,7-10 — Mateo 11,2-11
“Juan había oído en la cárcel las obras de Cristo”. Otro domingo más con Juan Bautista. Pero hoy, gracias al evangelista Mateo, nos lo encontramos que está dialogando a distancia con Jesús de Nazaret. “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”. Juan no había esperado la salvación de su pueblo “ocupado en no hacer nada”, según la expresión que Pablo iba a utilizar unos años más tarde para criticar la actitud de los cristianos de Tesalónica. Por el contrario, con la credibilidad que le daba su estilo de vida desprendido y pobre en el desierto de Judá, Juan había fustigado la hipocresía de la gente religiosa y los excesos de los líderes religiosos y civiles. Como resultado, fue desde la cárcel que Juan envió a sus discípulos para hacerle preguntas a Jesús. Tenía dudas. Aparentemente Jesús era un hombre de Dios, profundo en su sencillez, se podía decir que espiritual, aunque no parecía interesarle los sacrificios y oraciones en el templo. Era también un hombre del pueblo, que curaba a los enfermos y consolaba a los pobres. Pero, ¿por qué parecía sentirse tan cómodo con los recaudadores de impuestos y las mujeres de mala fama? ¿Y por qué no se oponía más explícitamente a la arrogancia de las autoridades judías y romanas?
La actitud de Juan y las preguntas que hace me han hecho pensar en algunos jóvenes, en nuestros hijos, también nuestros amigos. Quieren un mundo mejor. Participan en asociaciones y ONG. Critican nuestra sociedad de consumo, y a veces logran llevar una vida sobria. La misa, las oraciones e incluso «Dios», no les interesan. Aplauden cuando el Papa Francisco critica a nuestros políticos. A veces los atrae Jesús, pero dudan, especialmente observando la poca influencia que Jesús parece tener en la vida concreta de los cristianos. ¿Cuál es entonces la respuesta de Jesús a Juan, que nos da nosotros y a esas personas de buena voluntad con las que convivimos?
“A los pobres se les anuncia la Buena Noticia”. Contra todo pronóstico e, incluso diría, contra toda lógica política, Jesús aboga por una revolución de abajo hacia arriba. No se trata de conquistar el poder para controlar su funcionamiento y cambiar las estructuras opresivas de las que somos prisioneros. Su prioridad es anunciar la Buena Noticia a los pobres, devolverles su dignidad, hacerles creer en su propio futuro, hacerlos responsables de los cambios en valores y actitudes que nuestra sociedad necesita. “Tu fe te ha salvado”, dirá Jesús en algunas curaciones. Enorme dignidad, pero también pesada responsabilidad la de todos aquellos que reciben la Buena Noticia. Porque estamos acostumbrados a descargar nuestras preocupaciones, nuestros proyectos, nuestras dificultades sobre las espaldas de los «responsables», las «autoridades», «el Estado», siempre los otros. Por eso añade: “¡Dichoso el que no se siente defraudado por mí!”. Dichoso aquel que, porque se dice discípulo y compañero de Jesús, acepta la carga, las responsabilidades, la cruz misma, que la Buena Noticia le trae.
Sin embargo, en el texto de este domingo parece que aceptar, apreciar, proclamar incluso las cualidades de Juan Bautista, es decir del otro que lo interroga, es para Jesús tan importante como anunciar la Buena Noticia. O que hacerlo es parte de la Buena Noticia. “¿A qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que profeta”. En el caso de Juan el Bautista, Jesús alaba su solidez (Juan no es «una caña sacudida por el viento») y su vida sencilla. En el caso de esos jóvenes y amigos que nos interrogan y que se interrogan, se trataría de su honradez, su generosidad, su deseo de justicia y fraternidad.
Es la conclusión de Jesús lo que más nos sorprende. Aunque acepta que Juan (o nuestros jóvenes y amigos) no es aún miembro del Reino, afirma que “Él es de quien está escrito: Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti”. Sin duda Juan no se lo imaginaba. Tampoco nuestros jóvenes y nuestros amigos. Pero porque nos cuestionan y se cuestionan, están preparando en nuestro mundo la llegada de Jesús. ¡Sin comentario!
Comentario de J.Ramón Echeverria Mancho (Mfr. d’Afr.)
La imagen subida de http://archisevillasiempreadelante.org