Comentario a las lecturas del Domingo de Ramos (24-03-2024)
Hoy, Domingo de Ramos, se lee la pasión de Jesús del evangelio de Marcos (14,1-15,47). Por razones de espacio no transcribimos aquí el relato de la pasión. Solamente nos referiremos a la entrada de Jesús a Jerusalén que, precisamente, da nombre a este domingo y se lee al comenzar la procesión de Ramos que se acostumbra a hacer este día.
Comenzamos la celebración de la Semana Santa y este relato de la entrada de Jesús a Jerusalén no pareciera indicar que todo va a terminar con su muerte. Por el contrario, Jesús envía a los discípulos a preparar su llegada y, luego, va a entrar a la ciudad montado en un asno como un gran personaje. Pero, precisamente, será este animal considerado de menos importancia, el que comience a mostrar la diferencia entre el reinado de Dios que Jesús anuncia y el reino de gloria y grandeza que, parece, esperan la mayoría. De todas maneras, el relato continúa señalando más hacia el éxito que hacia el fracaso. Las personas allí presentes le hacen un camino de honor con sus mantos y le piden la salvación “¡Hosana!”, reconociéndolo como el que viene en nombre del Señor. Este texto termina diciendo que Jesús observa todo a su alrededor y se va a descansar a la ciudad cercana de Betania, nombre que significa “casa de los pobres”.
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Para este domingo, con la entrada de Jesús a Jerusalén, podríamos reflexionar sobre la forma de actuar de Jesús. Él no huye del conflicto, sino que lo asume y lo afronta. No se retira para pasar desapercibido, sino que sube a Jerusalén, como todo judío, para celebrar la Pascua judía en la que seguirá mostrando su fidelidad al reino de Dios que predica, sin tratar de acomodarlo, disimularlo o traicionarlo para ganar la aprobación de las autoridades judías o de la multitud que le sigue.
La pregunta que surge es si estamos dispuestos a subir con Jesús a Jerusalén y mantener la fidelidad a los valores del Reino.