Tengo el gusto de presentaros a nuestro Jesús crucificado de la catedral de Bangassou. Aquí llevamos 5 años de guerra civil a baja intensidad. Tantos y tan malos, que nuestro Jesús se cubre el rostro, se pone una máscara que esconde sus ojos de dolor por la miseria que es una guerra y lo míseros que son los que la hacen y la pagan en moneda extranjera. Es una máscara africana que deja ver sin mostrar el rostro. Un mirar oculto típico de la filosofía africana, que aun con los ojos cerrados, Cristo está bien cerca de su pueblo y lo compadece con su mirada.
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Mira a su pueblo flagelado por 14 señores de la guerra que pisotean Centroáfrica y la Ley a su antojo y capricho… Nuestro crucificado… Desde su pedestal de tortura, ha visto gente rezar, gente llorar, gente dormida en los bancos huyendo de la muerte, gente haciéndole compañía mientras temblaba de miedo, niños perdidos, niños huérfanos, niños heridos de vergüenza ajena, madres solteras, madres embarazadas violadas por chusma armada hasta los dientes, madres pidiendo por sus hijos en el frente, padres dolidos de desamor, padres pobres, padres macilentos por haber perdido todo por la violencia del fuego, usado como arma de guerra…
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