El autor de los Hechos de los Apóstoles relata la experiencia de la Iglesia cristiana primitiva cuando dice: Todos los días «se mantenían asiduos a la enseñanza de los apóstoles, a la vida comunitaria, a la fracción del pan y a la oración» (Hch 2, 42.46).
Fue un tiempo de apertura y escucha. Este intercambio nos permitió compartir nuestras experiencias particulares en cada etapa. Destacamos la cálida acogida de la Provincia de Africa Occidental, la alegría de la vida comunitaria, el testimonio del Evangelio, los encuentros y la adaptación a otras culturas. También compartimos nuestros desafíos, y este fue un momento privilegiado para animarnos mutuamente y redescubrir el gusto por la misión. Fue un tiempo para aprender los unos de los otros.
Descubrimiento : El encuentro nos abrió a las diferentes realidades de nuestras comunidades anfitrionas, brindándonos una visión más amplia de la misión. Escuchar fraternalmente las historias de los demás nos abrió los ojos a las diversas maneras en que Dios obra en cada uno de nosotros. Fue una profunda confirmación de que Dios no nos abandona, habiendo prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Al mismo tiempo, nos ayudó a descubrir las diferentes culturas e idiomas que nos rodean. Sin embargo, nos distinguimos por nuestro esfuerzo de adaptación, prudencia y paciencia, animados por la caridad, como recomendó el cardenal Charles Lavigerie: « Unir prudencia, paciencia y caridad al ejercicio de vuestro celo».
Inspirados por la naturaleza de nuestra espiritualidad y las palabras del Cardenal Lavigerie sobre la oración: «Nuestra arma es la oración, y nuestro deber, la caridad», este período también fue un tiempo de oración. Fue un tiempo para fortalecernos espiritualmente mediante la misa, la alabanza, las vísperas y la oración personal.
Tras dejar nuestras comunidades de acogida y diversas responsabilidades, necesitábamos descansar al final para recuperar fuerzas y continuar la etapa. Fue un tiempo de fraternidad, amistad y alegría familiar. También tuvimos la oportunidad de visitar el noviciado en Bobo, y al finalizar el encuentro, hicimos una excursión, algo por lo que también estamos agradecidos.
Finalmente, agradecemos a Dios por su gracia. Para nosotros, fue una semana muy fructífera, donde descubrimos nuevas realidades, un tiempo sagrado para redescubrir lo que habíamos dejado, un tiempo de oración y un tiempo de descanso. Agradecemos profundamente al Padre Pascal Imani y al Padre Edward Kaba por acompañarnos durante toda nuestra semana de encuentro. Igualmente agradecidos a la provincia y a todas las personas de buena voluntad que hicieron posible este encuentro. Que el Espíritu Santo de Dios nos guíe.
Por: London Antonio Kell y Albert Mazimba Lotty