Los análisis sobre las consecuencias del impacto de la COVID-19 se multiplican, con la única certeza compartida que los escenarios que se abren no son buenos. Especialmente preocupante será su impacto entre los colectivos más vulnerables, principalmente en aquellos países inmersos en crisis humanitarias que arrastran desde hace años y que verán expuestos, con más crudeza si cabe, las dificultades para hacer frente a una crisis que expone sus limitaciones y carencias.
Recientemente la FAO y el PMA han identificado a 27 países en todo el mundo, una buena mayoría africanos, que están en primera línea de los países más afectados por crisis de inseguridad alimentarias. Estos países “en riesgo” se enfrentan a un deterioro significativo de la seguridad alimentaria en los próximos meses. Si en escenario pre-pandemia se calculaba que cerca de 150 millones de personas padecían inseguridad alimentaria aguda en todo el mundo, el escenario post-COVID-19 para final de año lo eleva, al menos, a 270 millones.
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