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¿Quién es el Cardinal Carlos Marcial Lavigerie?

Autor: Manu Osa.

Este año, los Misioneros de África (Padres Blancos), celebraremos los 200 años del nacimiento de nuestro fundador, Carlos Lavigerie.

 Con este motivo dedicaremos todo un año, a partir de octubre 2024 hasta octubre de 2025, a recordar su vida, su personalidad, sus intuiciones y sus obras. Nuestra mirada retrospectiva portara en ella el agradecimiento y la admiración a una figura que ha marcado de manera decisiva la historia de la evangelización en África y, más íntimamente nuestro itinerario personal y nuestra entrega misionera a favor de los pueblos de África. Tendremos encuentros y eventos conmemorativos en todos los países donde nos encontramos. Será una buena oportunidad para ahondar en su personalidad, meditar sus textos, y dejarnos inspirar por sus obras.

En números sucesivos del PEBEFA ofreceremos una visión general de nuestro fundador y su itinerario. En este número relatamos brevemente la primera parte de su vida:

Desde su nacimiento hasta el nombramiento de Lavigerie como obispo de Argel.

Carlos Marcial Lavigerie nació el 31 de octubre de 1825 en Bayona, en el seno de una familia de la media burguesía. Su padre, interventor en el servicio de aduanas, adoptó las ideas modernas de la época: democracia, libertad religiosa, separación de Iglesia y Estado, y las comenta de buen grado con sus amigos en casa. La madre, en cambio, está más comprometida religiosamente, aunque el ambiente sigue siendo poco ferviente. Serán cuatro hijos, tres niños y una niña; Carlos es el mayor, tendrá un hermano médico y sentirá un cariño especial por su hermana.

Carlos dirá más tarde que recibió su educación religiosa de su ama de cría que él adoraba. Durante sus estudios secundarios pidió ingresar en el seminario menor de la diócesis: tenía quince años. Uno de sus profesores pronto se dio cuenta de sus cualidades intelectuales y lo recomendó a su amigo el padre Dupanloup, superior del seminario menor de París, que buscaba atraer a estudiantes capaces de realizar estudios más avanzados.

Ya en París, Lavigerie completó sus estudios secundarios y entró en el seminario mayor en 1843, y estudió teología en el seminario mayor de san Sulpicio, para la diócesis de París. Fue ordenado sacerdote en junio de 1849 por el nuevo arzobispo, Mons. Sibour. Viendo su capacidad intelectual, el padre Lavigerie fue invitado a realizar estudios académicos y en cuatro años completó con éxito dos doctorados, en teología e historia eclesiástica. El decano de la facultad de teología de la Sorbona le confió entonces una cátedra de historia de la Iglesia (1853). Este servicio docente será el entorno de vida y de trabajo del padre Lavigerie durante varios años.

El itinerario del joven sacerdote está marcado por influencias de la época y experiencias personales:

A) Los debates en la sociedad y de la Iglesia en Francia – Estamos en pleno siglo XIX. La monarquía que sucede a la Revolución de 1789 en Francia tiende a querer volver al pasado, a nivel político, social y religioso. Las nuevas aspiraciones de democracia, de una mayor justicia social y más libertad asustan a quienes están en el poder y a la Iglesia. Es el momento en que se desarrollaron el pensamiento socialista y las ideas de libertad de expresión. Este es el contexto político y social en el que se desarrolla la vida de Lavigerie.

En esta sociedad francesa en crisis, las tensiones dividen también a la Iglesia de Francia. En general, la Iglesia de Francia, en su mayoría, desconfía mucho de estas nuevas ideas de libertad y del régimen político de la república, demasiado ligadas en la memoria a las tragedias de la revolución. Sin embargo, un cierto número de sacerdotes, obispos y laicos están abiertos a estas nuevas ideas y creen que, sin negar nada de su fe, la Iglesia debe renovar su mirada y no considerar la modernidad a priori como perversa. Lavigerie se inscribe en esta tendencia y durante su vida en París frecuentó grupos de reflexión que iban en esta dirección.

La historia, que enseña en la Sorbona, será sin duda para él una escuela de apertura a diferentes épocas y culturas; Siempre habrá en él un profundo sentido de poner los acontecimientos en perspectiva y del peligro del pensamiento estrecho. Siendo un joven sacerdote y académico, intentará preparar a la Iglesia para comprender y aceptar los cambios en las sociedades. Es un hombre abierto y lo seguirá siendo durante toda su vida.

B) La experiencia de Oriente Medio – Un segundo hecho importante de estos años parisinos para Lavigerie será el descubrimiento de Oriente Medio y de sus Iglesias, así como del Islam que domina ampliamente estas regiones. Sabemos que en 1856, cuando tenía 36 años, se le confió la dirección de una Institución de ayuda a las Escuelas Cristianas de Oriente, recientemente fundada. Y es en este cargo que, en 1860, emprendió un viaje de varias semanas al Líbano y Siria, donde viviría una doble experiencia. En primer lugar, la de conocer a los cristianos de Oriente Medio y sus Iglesias, ricos en su patrimonio y diversidad cultural y, al mismo tiempo, muy debilitados. Ya bien informado por sus cursos de historia de la Iglesia, Lavigerie permaneció profundamente vinculado a estas Iglesias durante toda su vida, deseoso de que su patrimonio teológico e histórico fuera reconocido en Roma, y también deseoso de ayudarlas a renovarse, en particular mediante la formación de su clero.

El segundo encuentro será el del Islam, marcado en particular por su entrevista con el emir Abd El Khader al descubrir en él una personalidad de grandes valores humanos y religiosos. A lo largo de los años que pasó en el norte de África, Lavigerie tuvo una actitud de apertura y respeto hacia los musulmanes, que claramente iba más allá de la mentalidad de su época.

C) La Santa Sede y la diplomacia – Al éxito de su dirección de la obra en Oriente, Lavigerie debe su ascenso, en octubre de 1861, a un cargo a la vez religioso y diplomático en la Santa Sede, como auditor del Tribunal de la Rota. Sólo permaneció allí dos años y él mismo pidió dejar este puesto donde se sentía aprisionado. Lavigerie, apreciado por el Papa Pío IX por su vivacidad de espíritu y la delicadeza de su juicio, permanecerá siempre profundamente vinculado a la Santa Sede, como lo demostrará públicamente en varias ocasiones. Al mismo tiempo, este tipo de cargo administrativo no le satisface, necesita acción y responsabilidades, y rápidamente pide al Papa que lo deje ir.

El Papa Pío IX lo nombró obispo de Nancy, donde permaneció durante cuatro años. Esta parte de la vida de Lavigerie es importante por dos razones. En primer lugar, es en este servicio donde implementará su visión de una Iglesia más abierta al mundo moderno y mejor preparada para asumir sus responsabilidades. Esto ya se hace evidente en su carta pastoral de entrada en funciones, pero también en las decisiones que toma para elevar el nivel de formación de los sacerdotes y de las monjas docentes. Lavigerie demuestra ser un verdadero pastor pero también un hombre de autoridad, que no teme cambiar hábitos establecidos y viejas rutinas…

Como obispo, sigue apegado a una apertura moderada pero real, que considera que el progreso de la ciencia no tiene nada que se oponga a la fe y la religión, y que la Iglesia debe permanecer abierta a nuevas aspiraciones y regímenes que las promuevan, siempre que la Iglesia sea reconocida y pueda ejercer allí su ministerio.

En Nancy, en el marco de este servicio, Lavigerie escuchará más directamente la llamada misionera y responderá a ella. Dos acontecimientos confluyen de forma perfecta e inesperada:

El sueño de Tours. El 11 de noviembre de 1866, Lavigerie aceptó la invitación del arzobispo de esta ciudad con motivo de una gran celebración en honor de San Martín; y allí, de noche, tiene un sueño en el que ve a un hombre de piel oscura que lo llama, como para invitarlo a cruzar el mar… Solamente unos días después, al regresar a Nancy, Lavigerie recibió una carta del gobernador de Argelia, el mariscal Mac-Mahon, quien le preguntaba si aceptaría ser nombrado obispo de Argel. La respuesta fue prácticamente inmediata.

Y así, Lavigerie, al cual le esperaba un futuro bastante brillante en Francia, se vio ahora a cargo pastoral de esta tierra extranjera, lejana y poco prometedora a nivel pastoral. Sin embargo, será en este escenario de Argel, al que más tarde se añadirá el de Túnez, donde se revelarán plenamente el espíritu misionero y las dotes visionarias de Lavigerie.

FUENTE: PEBEFA Nº 44 SEPTIEMBRE 2024


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Jonas Wendbe YAMBA