Jorge Curiel Yuste, BC3 – Basque Centre for Climate Change/ 8 abril 2024 22:14 CEST
Tradicionalmente, los bosques se han definido en base a la densidad de árboles. En un contexto de cambio climático, sería conveniente tener en cuenta otras variables como la biodiversidad que albergan, su valor ecológico y su potencial de mitigación.
Vivimos épocas de urgencia climática, de necesidad de encontrar soluciones rápidas para ayudar a mitigar el cambio climático. En este contexto, los bosques son uno de los activos más importantes, ya que son grandes sumideros del dióxido de carbono emitido por actividades antrópicas y desempeñan también un papel central en la regulación del clima, sin olvidar que albergan una parte importante de la biodiversidad del planeta.
Aunque la percepción que tanto la comunidad científica como la opinión pública tienen sobre los bosques y su papel en la lucha contra el cambio climático es, en general, muy positiva, una sombra de duda parece crecer alrededor de los bosques como aliados frente al cambio climático.
Esta incertidumbre se debe, en parte, a que las grandes corporaciones (energéticas, aéreas, etc.), apoyadas tanto en estudios científicos poco acertados como en el emergente mercado del carbono, han adoptado la plantación de árboles (y por tanto a los bosques) como una estrategia de marketing muy eficaz para justificar sus emisiones y demostrar que las están compensando.
Plantar árboles se ha convertido en una herramienta de greenwashing (lavado verde) que tiene que ver sobre todo con criterios económicos y no ecológicos. Esto no sólo ha desencadenando olas crecientes de críticas en el mundo de la ciencia, sino que puede crear una imagen muy negativa del bosque como un aliado de los poderes económicos más que de nuestra lucha contra el cambio climático.