Estas son las claves de la Reforma de la Curia, que entrará en vigor el 5 de junio
Nueve años de pontificado, decenas de encuentros con el grupo de cardenales que lo asesora, dificultades, trabas y un trabajo que ya estaba siendo realizado, de facto, en los distintos dicasterios. Todo, con el único objetivo de “predicar el Evangelio”. Y hacerlo mejor, pensando en los preferidos del Señor, y no tanto en una Curia anquilosada y autorreferencial. Estos son los ejes de ‘Praedicate Evangelium’, la esperada reforma de la Curia, que hoy ha visto la luz, completamente por sorpresa, coincidiendo con el noveno aniversario del comienzo del Pontificado de Francisco, y que entrará en vigor el próximo 5 de junio, fiesta de Pentecostés.
“Se trata de un ejercicio que refuerza la unidad de la fe y la comunión del Pueblo de Dios, y promueve la misión de la Iglesia en el mundo. Ciertamente, alcanzar tal objetivo no es fácil: requiere tiempo, determinación y, sobre todo, la colaboración de todos”, apunta el Papa en su preámbulo.
Y es que, más allá de la reducción y reordenación de los dicasterios, y de la reforma económica, que ya estaba en marcha, Francisco hace hincapié en que el servicio de la Iglesia no es otro que “anunciar el Evangelio del Hijo de Dios, Cristo el Señor, y con él incitar a todos los pueblos a escuchar la fe”, y que “la Iglesia cumple su mandato sobre todo cuando da testimonio, de palabra y de obra, de la misericordia que ella misma ha recibido gratuitamente”.
Para Francisco, es vital “la conversión misionera” de la propia Iglesia, que debe ir renovándose continuamente. Porque la Iglesia solo es útil “cuando sirve al Evangelio”. En ese contexto es donde sitúa Bergoglio la reforma de la Curia romana, que compara con otros momentos de la historia de la Iglesia, como la reforma de Sixto V en 1588, tras el vendaval de la Reforma; o en 1908, durante el Pontificado de Pío X. También tras el Concilio Vaticano II, recuerda Francisco, cuando “Pablo VI, refiriéndose explícitamente a los deseos expresados por los Padres Conciliares”, acometió una profunda reforma. También Juan Pablo II, en 1988, promulgó la “Pastor Bonus” para “promover siempre la comunión en todo el organismo de la Iglesia”.