El ‘carrerismo’ eclesiástico no da más de sí. Estos son sus frutos y parte de sus consecuencias».
Tanto “¿Para qué sirven los curas”?, como “¿Qué hacen los curas”?, podrían ser titulares de una reflexión como esta, con informativa seguridad de que produciría multitud de sorpresas entre los lectores, con elementales reclamos y exigencias por mi parte de que las “generalidades” son todas ella injustas, y más las relacionadas con el clero -clero en multitud de versiones, sobre todo las pastorales.
Adelanto, no obstante, que tomando en serio el planteamiento de “sinodalidad” y “en salida” que el papa Francisco está inspirando en la Iglesia, el término “sorpresa” habrá de suplirse con reiteración y en profundidad eclesial -teológica-, por el del “escándalo”, ante la renovación-reforma que se presiente y a la que habrá de someterse la Iglesia, al menos para salvar su propia razón de ser en conformidad con el Evangelio.
Si por fin el Sínodo “desclericalizador” llega a calar seriamente en la “feligresía” –“hijos de la Iglesia”- con sus consecuencias, y el reconocimiento de la mayoría de edad que especialmente suplante a la veteranísima situación de puerilidad infantil, que el cristiano, por serlo, habría de practicar y “ejercer”, el llamado ministerio sacerdotal precisa planteamiento y “órdenes” distintos al vigente y operante en la actualidad.
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