Quién devuelve la paz de espíritu al sacerdote denunciado injustamente
Me refiero a los sacerdotes denunciados no sometidos a proceso penal alguno ni al discernimiento de la CDF. Detrás de la aparente normalidad, se oculta, a veces, una realidad vergonzosa: el maltrato otorgado al sacerdote denunciado, que lo convertía en otra víctima más.
Estos procedimientos reclaman una muy especial sensibilidad para el trato con el sacerdote y, a la vez, una cierta experiencia en el manejo de este tipo de asuntos. El obispo, en concreto, corre el riesgo, al implicarse abiertamente en los vericuetos procedimentales, de perder para siempre la posibilidad de ejercer con el sacerdote denunciado como padre y hermano. Función, a la larga, esencial y de una gran trascendencia.
No obstante la buena voluntad de todos, se corre el riesgo de consolidar, como ha ocurrido a veces, una actuación, calificable de kafkiana. Esto es, de absurda, angustiosa e incomprensible, que siempre acaba convirtiendo al sacerdote denunciado en una víctima más del denominado ‘culto sacrílego’ (Francisco).