Autor: Finita Martínez, mnsda.
Así nos veía nuestro fundador Carlos Lavigerie y así nos quería. Sus futuras misioneras serian mujeres apóstoles cercanas a las mujeres, en medio de ellas y con ellas, trabajando por la transformación de la familia y de la sociedad.
El proyecto es claro, la visión amplia y ambiciosa. Los medios serán sencillos y humildes, como lo pide el Reino de Dios.
Lavigerie, con su carácter pragmático, sabía que nadie mejor que la mujer podía llevar a cabo esa tarea: “A pesar del celo de los misioneros, sus esfuerzos nunca producirán fruto suficiente si no cuentan con la ayuda de mujeres apóstoles en medio de las mujeres”.
Esta convicción, la albergaba antes de la fundación de los Misioneros de África, (Octubre de 1868). En Junio del mismo año, escribía a varios sacerdotes de Francia para exponer el proyecto y pedirles su ayuda. Ante la demora en recibir noticias, mandó a uno de sus sacerdotes desde Argel con esta misión: “Tráeme al me nos cuatro postulantes generosas, valientes, dispuestas a todo y capaces de ser las cuatro primeras piedras angulares de la congregación”. El 8 de septiembre de 1869, desembarcaban 8 jóvenes francesas en el puerto de Argel.
Dificultades no faltaron, pero la generosidad de esas primeras jóvenes, fue más fuerte. Ellas dieron origen, en su pequeñez, a la Congregación de las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de África, Hermanas Blancas como las llamaban a causa de su hábito.
Las Hermanas visitaban a la gente, iban por colinas, calles y caminos, a pie o en bicicleta, consolando, curando, enseñando, atentas a las necesidades que surgían. Un ejemplo lo dice todo: “En mi familia, la que no fue asistida por una Hermana Blanca en el parto, fue instruida en la escuela o en el telar”, comentaba una señora argelina.
El encuentro con las familias tiene efectos reales y, a la larga, transforma la sociedad. Lavigerie creía firmemente en ello. El nacimiento en África subsahariana de 22 congregaciones de religiosas africanas ha sido uno de los frutos más visibles.
Nada se hubiera creado, nada hubiera sido realidad sin la fe y generosidad de esas 8 jóvenes que, con valentía, respondieron a la llamada de Dios.
El sueño de Dios y de Lavigerie continúa. Miremos nuestra sociedad tan necesitada de trans formación interior, de volver a valores que den sentido y esperanza a la vida. Despertemos, trabajemos en colaboración para que ese sueño se haga realidad.
Fuente: https://cidafucm.es/wp-content/uploads/2024/03/Africana-220.pdf