Carta abierta de un clérigo homosexual católico, que no reniega de la Iglesia.
Su Eminencia, un señor que tiene constantemente al Espíritu de Dios sobre su cabeza, que para eso viste sotana y fajín de seda roja, ha hablado, ha sentenciado una vez más, siempre ha sido así, que ese amor desordenado no puede bendecirse, no es digno del amor de Dios, no es posible alabar al Señor con ese amor.
¿Qué pintas tú ahí? No es la primera vez ni el único motivo por el que la pregunta surge en conversaciones con amigos, familia. Y pienso, lo medito, y una vez más, Señor, me pongo ante ti y te lo digo. Porque solo a ti puedo decirte esto. Porque ya conoces lo que voy a decirte.
Es la Iglesia de mármol y piedras preciosas, de Estado, con Jefe de Estado y ministros que se llaman de otra manera, con más boato e incienso, de himnos y revista de tropas. Es la Iglesia de piedra, Señor, inamovible, fría.
Y yo soy parte de ella, de tu Iglesia, y en más ocasiones de las que pienso comparto todo esto con ella. Yo también discrimino, me aferro a mis posiciones, tengo miedo, miro hacia otro lado y abuso, miro mi cartilla como si de ella dependiese mi salvación.
Pero Señor, tu Iglesia, que es mi madre, también es amor y acogida. Es una Iglesia que no juzga, abre los brazos para amar, escucha la voz de las mujeres y empieza a hacerles hueco, su hueco necesario, despacio, es verdad. Es la Iglesia que celebra tu Palabra sin un cura, en Amazonas, en Europa, o donde sea. Es la Iglesia que se reúne en tu nombre, te celebra, te alaba, te pide perdón, te da las gracias.
Para seguir leyendo: https://www.religiondigital.org/opinion/Iglesia-Senor-discriminando-homosexuales-mujeres-religion-gays_0_2323567624.html