Concentrarnos en lo que hay y no en lo que falta cuando realizamos comentarios apreciativos de nuestro trabajo o el de otros, colabora a relaciones personales y profesionales más productivas.
Winston Churchill decía que las críticas no serán agradables, pero son necesarias. Sin embargo, parece que la neurociencia actual apunta a la importancia de desarrollar otra mirada.
La neurociencia ha encontrado un efecto negativo de las críticas en las personas, comenzando por la autocrítica. Estamos continuamente enjuiciándonos y criticando a las personas y sistemas de los que formamos parte.
Esta actitud genera desconfianza y distanciamiento. No promueve espacios en los que trabajar se convierta en una tarea ágil, en la que nos sintamos parte del equipo o de la empresa. No ayuda a una dinámica marcada por la confianza.
Una actitud autocrítica favorece zonas cerebrales que promueven la ansiedad y la depresión. En cambio, una actitud amable favorece la confianza, la memoria y la atención, reduciendo la ansiedad.
Si distinguimos entre crítica y respuesta valorativa (hay quien usa el término feedback, literalmente retroalimentación en inglés), la primera se centraría en lo que falta, la brecha entre donde estoy y lo que necesito mejorar. Esta es la faceta que muchas veces ofrecemos a los demás y a nosotros mismos, y que se puede convertir en una crítica continua, enjuiciadora.
Nos pone a la defensiva, mina nuestra confianza. Nos predispone a defendernos peleando, y en muchas ocasiones sin saber qué acciones realizar para alcanzar la ansiada mejora en un futuro prometedor.