En todos los barrios de clase media y baja de Nairobi, en Kenia, se ve prosperar pequeños negocios como los boda-boda (bici-taxis), los vendedores de agua con sus mkokoteni (carros manuales), o los quioscos de verdura y comida callejera. Titus Mutinda, de 43 años y padre de un hijo, vive y vende agua en el barrio de Umoja, en Nairobi. En 2015, este administrador de fincas se dio cuenta de que este recurso era un problema constante en la zona, y se le ocurrió la idea de vendérsela a los residentes. Cuenta que llevaba tres años dedicado a esa actividad en Umoja, “pero 2017 fue excepcional”, puntualiza. “En enero, el suministro empezó a llegar a las casas mezclado con aguas residuales, así que solo servía para las cisternas de los inodoros. Pero a partir de marzo fue aún peor, porque los grifos se quedaron totalmente secos. En noviembre todavía no se había resuelto el problema. ¿Por qué no aprovechar esa oportunidad?”.
En una nota de prensa emitida el 4 de noviembre de 2019 por la Compañía de Agua y Alcantarillado de Nairobi, se decía que la demanda de la ciudad era de 790.000 metros cúbicos diarios, frente a una capacidad productiva instalada de 525.000.
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