Al menos 228 personas han muerto en Kenia, 155 en Tanzania y 28 en Burundi, con más de 500.000 desplazados entre los tres países. Medio millón de personas, sí. Los que más peligro han sufrido por desplazamiento son en asentamientos informales y zonas rurales. En el barrio de Mathare en Nairobi calculan que 2.000 casas han quedado sumergidas.
¿De quién es la culpa? Lo primero está claro que del cambio climático. Las predicciones climáticas llevan avisando de que este trae fenómenos más extremos y tras la peor sequía en cuatro décadas, acabada en 2023, ahora viene la peor lluvia en treinta años. En este caso ha sido por el fenómeno de El Niño, que con las aguas más calientes de lo habitual en el Pacífico altera el Índico, que sufre un Dipolo positivo, enfriando las aguas en su lado oriental. El resultado: tormentas en la costa occidental índica, la africana. A eso se ha sumado un caso raro del que se han salvado de milagro: el ciclón Hidaya, que llegó a tener categoría de huracán, amenazaba a Kenia y Tanzania. Es muy poco común que ciclones se formen en torno al ecuador por la fuerza gravitatoria. Aunque el sábado llegó a la costa tanzana, pronto se diluyó.