En diversos escenarios de conflicto en todo el mundo actores armados han acogido el llamamiento del secretario general de la ONU para decretar un cese el fuego que permita concentrar todos los esfuerzos en la contención del coronavirus. La interpelación de António Guterres ha tenido eco en latitudes tan diversas como Colombia, Tailandia, Filipinas, Yemen o en varios contextos del África subsahariana, pero no en Libia. Muy por el contrario, en el país norteafricano se ha observado una intensificación de la violencia. Las partes contendientes parecen estar aprovechando que la atención internacional está centrada en la pandemia para avanzar posiciones y objetivos. Las novedades son alarmantes porque no solo apuntan a una persistencia de ataques y enfrentamientos, sino también de acciones que vulneran el derecho internacional humanitario y que afectan las posibilidades de frenar la enfermedad, como ataques a hospitales y cortes en el suministro de agua potable que estarían afectando a dos millones de personas en la capital, Trípoli.
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