Vladimir Chlouba, Universidad de Richmond /15 mayo 2024 16:17 CEST
Las instituciones tradicionales representan, para muchos ciudadanos africanos, la forma más inmediata de gobernanza.
La democracia en África no ha tenido un buen año. Las juntas militares desde Malí hasta Níger parecen haber consolidado su control del poder. Los sueños democráticos de Sudán se vieron frustrados cuando los dos hombres fuertes más poderosos del país optaron por la guerra. Y ahora hay evidencia de que los africanos comunes y corrientes pueden estar perdiendo la fe en la democracia como la mejor forma de gobierno.
Afrobarómetro, una organización que encuesta a encuestados de más de 30 países africanos, ha descubierto que no más de dos tercios de los africanos dicen que prefieren la democracia a cualquier otra forma de gobierno. En Angola, Lesoto, Malí, Mozambique y Sudáfrica, el apoyo a la democracia ha caído ahora por debajo del 50%.
Sin embargo, al menos cierto apoyo popular a la democracia parece bastante rígido. Mi investigación como estudioso de las autoridades tradicionales y su vínculo con la gobernanza democrática muestra que las actitudes hacia la democracia en muchos países africanos también están determinadas por la interacción con los líderes tradicionales. Entre ellos se incluyen los jefes y las instituciones tradicionales, como los consejos de jefes y los tribunales consuetudinarios.
¿Podrían los líderes tradicionales africanos ser buenos para la democracia? La respuesta es complicada. Las tradiciones relativamente democráticas podrían ayudar a mantener viva una democracia joven incluso cuando las instituciones formales sean débiles. Pero las monarquías tradicionales hereditarias podrían servir como un potente recordatorio de lo antidemocrático que puede ser un sistema político.