Entre los sacerdotes de la JMJ se encuentra el padre Vincent Kiererezi, Padre Blanco (Misionero de África) de nacionalidad ugandesa y joven vicario general de la diócesis de Laghouat, en el Sáhara argelino. Ha venido a Lisboa con una delegación de unos veinte jóvenes de Argelia -entre ellos cinco ciudadanos argelinos- y está encantado de poder ponerse al servicio de los jóvenes de todo el mundo, ya sean francófonos, anglófonos, árabes, etc.
«Yo confesé ayer y decidí volver hoy, porque me conmovió mucho ver la alegría que brota de la bondad de Dios cuando ofrecemos el sacramento de la reconciliación. Los jóvenes reciben el amor y la misericordia de Dios, y luego están llamados a compartir la misericordia de Dios con todos los demás», se maravilla el joven sacerdote, que el año que viene celebrará 10 años de sacerdocio. «Estoy viviendo mi primera JMJ, y esta experiencia de confesión ha sido maravillosa», dice el religioso, más acostumbrado a las extensiones desérticas del Sáhara que a las multitudes compactas y ruidosas de la JMJ.
En una ocasión, incluso vino a confesarse conmigo una joven musulmana antes de su boda».
Este misionero, inmerso en su relación con los musulmanes del sur de Argelia, ve también en la expresión de la misericordia de Dios una forma de llegar a los creyentes islámicos. «Todos los días, en mi vida cotidiana, encuentro personas que quieren reunirse conmigo para hablar de Dios. Una vez, una joven musulmana vino a pedirme que la confesara antes de su boda. No pude confesarla como tal, pero su petición demuestra que la gente necesita sentir el amor de Dios. Lo veo todos los días», afirma.
«Hay musulmanes que confían en nosotros, los sacerdotes, porque comprueban que tenemos un oído atento. Es importante que los cristianos demos este testimonio del amor de Dios», explica el padre Blanco, dando testimonio de la inesperada influencia del sacramento de la confesión, desde las alegres multitudes de la JMJ hasta las tierras más remotas y desoladas del mundo, donde los religiosos católicos, sin hacer aspavientos, ofrecen a la gente de su entorno oasis de aliento espiritual.