La respuesta del padre Michel Souchon, jesuita, a la pregunta de muchos internautas.
Dos movimientos marcan la vida de las comunidades católicas en Francia (pero también en otros países europeos, en América del Norte…): la disminución del número de sacerdotes, religiosos y religiosas, por un lado, y el aumento de las responsabilidades confiadas a los laicos en la vida y la animación de las diócesis y las parroquias, por otro. Estos dos movimientos están cambiando profundamente el rostro de la Iglesia.
Esta nueva cifra plantea muchos interrogantes. En primer lugar, hay cuestiones prácticas. Las relaciones son a veces difíciles entre los laicos que ocupan puestos de responsabilidad y los sacerdotes cuya edad y hábitos no les preparan bien para la colaboración y la delegación. No se puede negar este aspecto de los cambios en curso, pero ciertamente no hay que exagerar.
Por encima de todo, son las cuestiones teológicas las que deben abordarse ahora con inventiva y valentía. Una de ellas me parece especialmente importante: multiplicar los ministerios u oficios laicales desempeñados por los laicos para remediar la disminución del número de sacerdotes -sin examinar las repercusiones de este nuevo entramado en lo que respecta a la administración de los sacramentos- ¿no corre el riesgo de conducir a una disminución de la vida sacramental, a un menor lugar otorgado a los sacramentos en las comunidades (menos sacerdotes significan menos sacramentos)? Sin duda, «el poder de Dios no está vinculado a los sacramentos» (Tomás de Aquino), pero el lugar de los sacramentos es crucial para significar, en la Iglesia, el don gratuito de la salvación por parte de Dios mismo en su amor omnipotente.
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