9 de mayo, Día de Europa: los costes de la guerra y la inflación frente al sostenimiento de los valores democráticos y el desarrollo humano.
“Seguir adelante: no hay más futuro para el pueblo de Europa que el de la Unión”: Jean Monnet
El proyecto europeo nació de entre los rescoldos de la Segunda Guerra Mundial. En un contexto histórico muy particular, caracterizado por una creciente pugna y disidencia ideológica entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, las naciones democráticas europeas se unieron en un proceso que habría que calificar de exitoso en términos generales.
La Europa comunitaria ha logrado consolidarse desde entonces como un espacio de libertad, democracia y salvaguarda de los derechos humanos fundamentales. Y la posterior Unión ha sabido convivir con sus propias contradicciones, consustanciales en un proyecto conformado por varias decenas de Estados con diferentes trayectorias históricas, así como con estructuras sociales y culturales diversas.
Existe una idea recurrente que permite definir a todos los países que se han sumado al proyecto de la Unión en sus diversas etapas: la de los incrementos en los indicadores de desarrollo humano, aumentos fundamentados en la fortaleza del Estado del bienestar.
Las lecciones del pasado, aprendidas en el periodo de entreguerras y durante la Guerra Fría, sirvieron para reforzar el papel de unas instituciones que pudieron desarrollar una agenda reformista. Esto fue así gracias a la consolidación de unos modelos fiscales avanzados, capaces de impulsar los amplios consensos sociales y económicos que caracterizaron a la sociedad de posguerra.