Cambiar nuestra dieta, la forma en que nos movemos y el consumo de energía que hacemos puede suponer importantes beneficios para el medio ambiente.
Una costumbre milenaria que tenemos los humanos es la de realizar con el inicio de cada nuevo año una puesta a punto de nuestras cuestiones pendientes y la consiguiente elaboración de una lista de propósitos para alcanzar nuestros deseos y sueños.
Dos de los factores más importantes para poder llevarlos a cabo, y no abandonar a la primera de cambio, son su factibilidad, así como nuestra fuerza de voluntad. Para facilitar ambas razones, la variable sostenibilidad en la elaboración de los propósitos puede ayudar como fuerza impulsora (figura 1), ya que nuestras metas no solo serán buenas para el “yo”, sino también para el planeta, lo que define una componente final de solidaridad con la comunidad.
En julio de 2021 se publicaron los resultados del informe elaborado por el Eurobarómetro sobre la preocupación que los ciudadanos europeos tienen ante diversos problemas mundiales. El “cambio climático” se sitúa como el problema más apremiante, seguido muy de cerca por la “pobreza, hambre y falta de agua” y “la propagación de enfermedades”.
La población española tiene un perfil de comportamiento muy semejante, con dos de estos mismos problemas en el pódium. El triplete español es para “la situación económica”, “pobreza, hambre y falta de agua” y “cambio climático”. Sobre estos dos últimos podemos actuar con pequeños cambios en áreas como la alimentación, el transporte y el consumo de agua y energía en el hogar.