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Desde 2020, África ha enfrentado más disturbios políticos, extremismo violento y reveses democráticos que cualquier otra región. Golpes de estado en el Sahel y África occidental han llevado a autoritarios al poder. Además, el continente se ha vuelto un campo de competencia entre China, Rusia y Estados Unidos.
El compromiso de Estados Unidos con África ha sido limitado y la administración Biden ha seguido esta tendencia, reflejando la tensión entre una política exterior basada en intereses y una en valores. Sin embargo, Estados Unidos podría revitalizar la democracia y estabilizar la región priorizando el desarrollo y la diplomacia sobre las respuestas militares y cooperando más con aliados para reducir la influencia de China y Rusia.
La inestabilidad en el Sahel, con violencia insurgente, competencia entre potencias y golpes de estado, muestra las debilidades de la política de EE.UU. en África. A casi cuatro años de lo que António Guterres llamó una “epidemia” de golpes, EE.UU. y sus aliados carecen de una estrategia coherente para defender la democracia sin comprometer la seguridad e influencia geopolítica. La interacción con regímenes post-golpe destaca la tensión entre una política exterior basada en valores y otra en intereses.
El retroceso democrático en África tiene implicaciones a largo plazo para EE.UU. y sus aliados, que están perdiendo influencia. Históricamente, otras prioridades han desviado la atención de Washington de África, resultando en una mínima participación y recursos insuficientes para abordar los problemas del continente. La política actual de EE.UU. no está adaptada para enfrentar los golpes de estado, y años de trabajo antiterrorista y asociaciones estratégicas están en riesgo.
El principal desafío para la política de EE.UU. en África es el trilema de promover democracia, combatir el extremismo y competir con grandes potencias simultáneamente. Washington debe aprender de sus errores en la Guerra Fría y no sacrificar la promoción de la democracia por intereses de seguridad. En esta era de competencia con rivales autoritarios, EE.UU. debería priorizar la diplomacia y el desarrollo para evitar la militarización creciente de su política en África.
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