Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, también conocida como Cumbre de Río o de la Tierra (1992). UN Photo / Michos Tzovaras
Concha Mateos, Universidad Rey Juan Carlos / 27 septiembre 2022 18:39 CEST
Las consecuencias del cambio climático parecen más evidentes que nunca, pero los discursos negacionistas persisten. Necesitamos una comunicación de este fenómeno basada en el diálogo y la conversación social.
El verano de 2022, con sus temperaturas récord y eternas olas de calor, ha logrado que ya no sean necesarios más argumentos para que muchas personas acepten que el cambio climático efectivamente está ocurriendo. Su experiencia personal les ha convencido. Han vivido la prueba.
El cambio climático se ha hecho verdad. Siempre lo había sido. Pero no para todo el mundo.
Desde la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro (Brasil) en 1992, la comunicación sobre cambio climático fue concebida como un problema, un reto que iba a requerir un esfuerzo importante.
Además, se había puesto en marcha un potente aparato de producir negacionismo para regarlo por el mundo, y venía financiado por la aristocracia de la industria de los carburantes fósiles: Exxon, Ford, Chevron, General Motors… Si leemos el libro que Nuria Almirón y Jordi Xifra han publicado en 2021 sobre las relaciones públicas de estos personajes del relato, nos haremos una idea muy completa de esa maniobra magnífica de intoxicación.
El cambio climático que nos ocupa (inducido por la acción antrópica) no es un problema de la Tierra. Es un problema que causamos los humanos por el modo en que intervenimos sobre ella. Por eso, sin dejar de estudiar la Tierra, precisamos estudiarnos a nosotros, las personas.
Una forma de estudiarnos es observar cómo nos contamos el cambio climático. Desde 2010 se reconoce que hay un campo –subcampo– específico dentro de los estudios sobre comunicación que es la comunicación sobre cambió climático