Rose Mary Tiep huyó hace cinco años de los abusos domésticos que sufría y de los enfrentamientos en Sudán del Sur. Actualmente, vive y trabaja en Omugo II, una prolongación del asentamiento de refugiados Rhino Camp, en Uganda, que alberga a 43.000 refugiados procedentes de Sudán del Sur.
Tras recibir asesoramiento de la Iniciativa Spotlight, una campaña conjunta de la ONU y la Unión Europea centrada en eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas, se convirtió en asistente voluntaria de apoyo psicosocial en una ONG ugandesa, donde ayuda a otras mujeres y niños a huir y a recuperarse de situaciones violentas.
«Hay dos motivos que me impulsaron a huir de Sudán del Sur: la guerra y un marido que abusaba de mí. Vivía en Yei (una ciudad de Sudán del Sur), trabajando para una organización que se ocupaba de casos de violencia contra las mujeres”, explica.
Mi vida estaba bien, tenía dinero y un sitio donde vivir. Con mis ingresos incluso pude comprar un coche. Sin embargo, ahora sé que, aunque tengas recursos, si sufres problemas de estrés emocional puedes llegar a enloquecer.
Mi marido me pegaba. Trabajaba como soldado y me amenazaba con dispararme. A veces, dormía en los arbustos. Él pensaba que los niños estaban de mi lado y se enfadaba, pero ellos saben reconocer lo que es el amor y por eso me preferían. Decidí dejarle.
Me escapé en agosto de 2017 y, tras un angustioso viaje con mis cinco hijos, llegué a Uganda cuatro días después. No pude llevar comida y, como los niños eran muy pequeños, tuve que cargar con ellos. Caminábamos por carreteras secundarias porque si hubiéramos conducido por la carretera principal nos habrían matado los rebeldes. Ellos querían capturarme para convertirme en su esposa, porque sabían que tenía dinero.