Gonzalo Delacámara Andrés, IE University/ 2 abril 2023 18:55 CEST
Cada día tomamos decisiones sobre el agua sin tener en cuenta todo lo que ha pasado hasta llegar a nuestros grifos. Los recursos hídricos son críticos para el desarrollo social y económico incluso en regiones donde son relativamente abundantes.
Daniel Kahneman, psicólogo israelí-estadounidense reconocido con el Nobel de Economía en 2002, concedió una entrevista hace más de una década en la que afirmaba: “Asociamos liderazgo con decisión. Esa concepción del liderazgo empuja a la gente a tomar decisiones con demasiada rapidez, para no ser vista como vacilante e indecisa”.
No es sólo, sin embargo, que buena parte de nuestras decisiones sean apresuradas, escasamente reflexivas. En no pocas ocasiones, decidimos a partir de datos y conocimiento insuficientes. La escritora española Menchu Gutiérrez escribía en su novela Disección de una tormenta (2005): “De todo lo que nos importa y no comprendemos terminamos por dibujar un mapa, alterando al hacerlo el verdadero tamaño de nuestra ignorancia”.
Cualquier decisión, por otro lado, está basada en la percepción íntima que tenemos sobre el valor de las cosas, las experiencias, las expectativas. Si algo se elige, se minimiza o se obvia completamente es a menudo el resultado del valor que le asignamos. Algo así ocurre también con el valor del agua.
A diferencia de lo que suele creerse, casi todo sobre el agua sigue siendo desconocido para la mayoría de las personas:
Los usuarios urbanos tendemos a ignorar cuánta agua consumimos o el importe de nuestra factura de agua.
Desconocemos igualmente la mayoría de las actividades aguas arriba antes de que el agua llegue al grifo (en particular, la extracción y distribución de agua en la cuenca).