Balance del histórico y arriesgado viaje del Papa a Irak. El nuevo Abrahán, el Papa Francisco, clausuró su viaje consolando al padre de Aylan.
Otro viaje redondo. Uno más. Este Papa de luz ilumina con su mera presencia las noches más oscuras y las sombras más negras. Y lo ha vuelto a demostrar con su visita a Irak. Y eso que no lo tenía nada fácil en el viaje, quizás, más difícil y arriesgado de su pontificado.
Una visita que, por lo peligrosa, le desaconsejaban casi todos: los de dentro y los de fuera. Pero Francisco ya nos tiene acostumbrados a dejarse guiar sólo por su corazón y por las mociones del Espíritu. Y, además, no le falta valentía.
Sabía que no les podía fallar. Que un país entero lo esperaba como el santo advenimiento. Irak necesitaba salir de ese imaginario colectivo que lo sigue asociando a Sadam, a las guerras del Golfo y al ISIS. Necesitaba soltar lastre del pasado y reivindicarse como un país nuevo, en reconstrucción y que quiere mirar al futuro. Respetando su pasado de convivencia pacífica entre sus diversas religiones y distintas minorías.
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