Libia y Cuba son, a simple vista, dos países muy diferentes. Para empezar, en continentes distintos, con lenguas con el árabe y el español, diferentes recursos naturales marcados por el clima tropical y el mediterráneo, una trayectoria histórica y política dispar y costumbres culturales y religiosas muy alejadas. Sin embargo, estos países tan alejados comparten algo común. Ambos han sido víctimas de la ocupación colonial, primero de las potencias europeas y más adelante de Estados Unidos.
Ambos países experimentaron un primer colonialismo en la explotación económica de sus recursos naturales por potencias europeas: Libia, tras la ocupación italiana a principios del siglo XX, y Cuba, con la llegada del imperio español en el siglo XVI y la posterior ocupación estadounidense en 1898.
Tras la Segunda Guerra Mundial, se produjo la independencia de muchas de las colonias europeas: Libia fue uno de los primeros países en conseguir la independencia de Italia. Para entonces, la trayectoria política cubana, aunque se encontraba en un momento de cambios democráticos, seguía influenciada por la presión de Estados Unidos. Aun así, ambos experimentaron una revolución socialista en la década de 1970, Cuba bajo el mandato de Fidel Castro y Libia tras el golpe de estado de Gadafi y la consolidación de una república panarabista. Bajo las tensiones geopolíticas de la Guerra Fría, las intervenciones de Estados Unidos para derrocar las revoluciones socialistas asentaron un neocolonialismo de tintes políticos.
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