A propósito del viaje del Papa Francisco a Marsella
| José Luis Pinilla Martin s.j.
Recuerdo crónicas de hace diez años sobre la salida del Papa a Lampedusa con motivo del viaje pontificio actual a Marsella. También hoy a los diez años de ese su primer viaje fuera de Roma a la isla italiana. Refuerzan mi momento actual con emigrantes, con la espiritualidad ignaciana y apoyando al Papa Francisco .
Y es que en la cuesta empinada que va del puerto a la parroquia de Lampedusa, una mujer joven se enjugaba las lágrimas con la visita del papa Francisco y le decía a su hija: “No lloré cuando te parí y estoy llorando ahora”. Y tanto le debió impactar al Papa este viaje que lo sigue celebrando anualmente en el Vaticano. Con gestos, palabras, signos recordados. Para recordarlo y recordarlo a otros …
En aquel viaje lanzó una corona de flores en el Mediterráneo. Expresaba su abrazo a los descartados de la tierra. Recuerdo que en los meses posteriores al naufragio descubrieron a algunos cadáveres abrazados. La corona lanzada al Mare Nostrum era un gesto impactante más. Un abrazo para ellos, para ti, para mí. Para todos. En una Iglesia necesitada también de abrazos y cordialidades, de dar y de darse como visibilidad rompedora que anime a la profecía necesaria, valiente, arriesgada, afectada y vital como necesario es el pan de cada día , yo también lo recibo en mi situación actual como si me lo entregara a mí mismo.