MARSABIT, Kenia – Darkuale Parsanti y su esposa Mary Rampe cuentan sus pérdidas: paso a paso, han visto cómo su ganado ha desaparecido, en medio de un clima errático que desvaneció lo que debía alimentar a su familia, en el condado de Marsabit, en el árido norte de Kenia.
“Tenía 45 cabezas de ganado y 50 cabras, pero todas murieron debido al empeoramiento de la sequía. Ahora solo tengo una vaca y cinco cabras», dice Parsanti con pesar, apoyándose en un bastón, mientras cerca unos cuervos negros rebuscan entre los pocos desechos que logran encontrar.
Con ayuda de un intérprete, Rampe acota a IPS que “la sequía ha causado mucho dolor en mi hogar, e incluso los moranes (jóvenes guerreros másai) que cuidan de los animales están aquí en casa y están deprimidos”.
Como muchas madres de esta zona, tienen la delicada tarea de equilibrar las necesidades alimentarias de sus hijos y las de su rebaño.
“La poca harina de maíz que hay, la preparamos y se la servimos primero a los bebés, luego a los cabritos y a los terneros”, dice Rampe en lengua másai.