

Juan Pimentel, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC)/ 6 octubre 2022 18:46 CEST
Con la invasión de Egipto por Napoleón llegaron al Nilo cientos de científicos franceses. Ellos son la razón de los tesoros egipcios que hoy se muestran en museos de Inglaterra y Francia.
La campaña de Napoleón en Egipto (1798-1801) fue una empresa faraónica de la modernidad. Fue colosal el despliegue de fuerzas que Francia desplazó, con cerca de 40 000 hombres y unas 300 embarcaciones. Y fue rotunda la derrota del ejército de Bonaparte, asediado por Nelson y los mamelucos. Pero con la invasión por Napoleón también llegaron al Nilo cientos de científicos franceses que convirtieron Egipto en un auténtico laboratorio moderno. Ellos son la razón de los tesoros que hoy se muestran en museos de Inglaterra y Francia.
La Francia revolucionaria no sólo quería dominar una región bajo el Imperio otomano y estrangular la ruta oriental de Gran Bretaña a la India. También buscaba resarcirse de los reveses coloniales sufridos en la Guerra de los Siete Años. Napoleón no sólo deseaba prolongar sus victorias en Italia, sino emular al mismo Alejandro Magno. Imbuidos de la Ilustración y su misión civilizadora, los franceses también quisieron irradiar las luces entre un pueblo sumido en el atraso, pero que había sido “la cuna de la civilización”. Una empresa faraónica de la modernidad, en efecto. Sus costuras, sus contradicciones y sus heridas son las nuestras.
Unos 150 sabios acompañaron a las tropas francesas de Napoleón. Eran ingenieros, geógrafos, naturalistas, médicos, arquitectos, cartógrafos y astrónomos. La figura del académico del Antiguo Régimen daba paso a un savant citoyen (el sabio ciudadano), comprometido con el estado y el progreso de la humanidad.