| Mariano Delgado*
¡No hay Vía Crucis sin el nombre de Simón de Cirene! Mateo, Marcos y Lucas mencionan que fue obligado por los soldados romanos a llevar la cruz de Jesús. Para Lucas, era un simple labrador que venía de trabajar en el campo y andaba casualmente por allí, no uno de esos que siempre se agolpaban curiosos a ver lo que pasaba camino del Gólgota, el lugar de las crucifixiones en Jerusalén. Marcos (15:21) lo llama «el padre de Alejandro y de Rufo», que seguramente eran miembros de la primera comunidad cristiana en Jerusalén tras la muerte de Jesús, como el propio Simón.
Los Evangelios no dicen nada más, ni siquiera hasta dónde llevó Simón la cruz, pero probablemente hasta el Gólgota. Pues Simón tenía un cuerpo entrenado por el trabajo diario en el campo y, sin duda, se compadeció al ver a Jesús, manso y humilde de corazón, pero ahora torturado y desfigurado «como un hombre de dolores […] y no abría la boca: como cordero llevado al matadero» (Isaías 53: 3 y 7).