En los momentos definitivos y culminantes de su evangelio, el Jesús de Marcos, en el contexto de su “discurso escatológico” (escrito por Marcos cuando Jerusalén ya está en ruinas tras la rebelión judía del 66-70 y su aplastamiento por las legiones romana de Vespasiano y Tito), llama a sus discípulos a la esperanza y la vigilancia (“…se acerca vuestra liberación…” “Velad…”) proponiéndoles que “aprendan de la parábola de la higuera” (“cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca”), cuyos brotes y verdor anuncian la bonanza del verano y de los frutos. Sin embargo, la mayoría de sus seguidores hemos “tergiversado” su propuesta didáctica, y en lugar de “aprender de la parábola de la higuera”, lo que hacemos es “vivir en la higuera…”, indiferentes de hecho a la realidad y al momento en que vivimos, y en cuyos acontecimientos sigue hablándonos Dios y proponiéndonos la vigilancia oportuna para seguir siendo los instrumentos de su verdad y de su bondad.
Por otro lado, casi cualquier época de la historia puede tildarse de “alarmante”, “escatológica” o “apocalíptica”, si es mirada con ojos pesimistas, aires derrotistas, nostalgia y tintes de tragedia y degradación, y todas esas “negatividades” que le achacan siempre tradicionalista estrechos, obsesos del: “cualquier tiempo pasado fue mejor”, y fósiles recalcitrantes obnubilados por la densa niebla que surge de los miasmas de la historia… pero, eso sí, cómodamente sentados en sillones “inteligentes” y pertrechados de todas las maravillas de la técnica y de la “tecnología punta”…