¡Jóvenes, ante estas voces, sed osados!
Estimados y estimadas. Hasta hace cincuenta años, las ordenaciones sacerdotales solían hacerse en grupo en el mismo Seminario. Unos días después de la ordenación, el nuevo sacerdote celebraba la primera misa cantada, normalmente en su parroquia. Era una fiesta de las más lucidas y se ampliaba con una comida en la que eran obligados los parlamentos emotivos y las recomendaciones alentadoras al misacantano.
Precisamente, sobre este hecho, siendo todavía seminarista en Girona, el entonces obispo Jaume Camprodon nos había explicado que, siendo él un joven capellán, había asistido a una Misa nueva en la que fue invitado el maestro Carles Riba. Durante la sobremesa le tocó el turno de hablar y lo hizo con dicción medida y frases bien cortadas, como el escritor y poeta sabía hacerlo. Empezó: estoy gestando una obra «que escribo con mucho tormento». Se refería a la que sería su última obra, Esbós de tres oratoris (1957), uno de los cuales versa sobre Lázaro, el resucitado. Explicó cómo veía a Cristo de pie ante la tumba y llamando a Lázaro a la vida.
Lázaro, decía él, podía responder sí o no al grito del Maestro, era libre. Y Lázaro se decidió por la vida. Entonces, Carles Riba aplicó la escena al nuevo sacerdote: «Podías decir sí o no a Jesús que te invitaba a seguirle. Más de una vez te habrá asaltado la duda. Has dicho sí a la Vida; afortunado de ti».