Idoya Lacosta Gavari, Universidad Pública de Navarra/May 10, 2022 7.36pm SAST
Muchas ciudades tratan el agua como un residuo, pero los retos que conlleva el cambio climático y los objetivos de desarrollo sostenible obligan a reevaluar esa manera de pensar y actuar.
La gestión tradicional del agua en las ciudades consiste en tratar el agua de lluvia como si fuese residual. Por lo tanto, generalmente no se aprovecha. Sin embargo, las ciudades actuales y las del futuro se enfrentan a retos importantes que ponen en entredicho este sistema de gestión en el que el agua es un residuo y no un bien preciado.
El primer problema al que nos enfrentamos es la creciente migración de la población desde las áreas rurales hacia la ciudad.
Según el departamento de de Economía y Asuntos Sociales de Naciones Unidas, en la actualidad en las ciudades reside un 55 % de la población del planeta y se cree que en 2050 este porcentaje se incrementará hasta el 68 %.
Estos porcentajes aumentan hasta el 75 % y el 80 %, respectivamente, cuando hablamos de Europa.
El crecimiento de las ciudades trae consigo la transformación de grandes áreas de suelo permeable en impermeable. Esta reducción en la permeabilidad del suelo se traduce en un aumento de la escorrentía durante los eventos de lluvia y en un mayor riesgo de inundaciones durante los episodios torrenciales.
Por otro lado, el cambio climático está aumentando la frecuencia y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos como las lluvias torrenciales o las sequías prolongadas.
El primer factor produce un aumento de la escorrentía. El segundo, una mayor acumulación de contaminantes durante los periodos secos, los cuales son arrastrados hasta las estaciones de depuración de aguas residuales e incrementan los costes del proceso.